Un sacerdote define La Paz

Desde hace algún tiempo he estado pensando  escribir un artículo donde pudiera expresar lo que significa tener paz y cómo obtenerla. Casualmente un día como hoy pero del año 1959 un sacerdote jesuita: Juan Manuel Dorta-Duque Ortiz, nacido en Cuba el 23 de Septiembre de 1922, quien falleciera en el exilio en Miami el 5 de Diciembre del pasado año 2014 había escrito y publicado  un mensaje precisamente sobre la paz en un conocido diario de la época en la Habana, Cuba. Estas palabras escritas hace poco más de 50 años me parecieron sumamente oportunas para lo que quería expresar  por lo actuales y sabias que resultan, no solo para Cuba o las naciones del mundo sino para la vida individual de cada uno de nosotros. A continuación el texto “Paz y Concordia” del sacerdote Dorta-Duque.

Diario La Marina

Habana, 20 de Septiembre de 1959

“Paz y Concordia”

“Es mas fácil tener concordia que tener paz.Y no es lo mismo tener Paz que tener Concordia. La una y la otra nos hace mucha falta en Cuba. Concordia significa unión de voluntades. Paz supone ante todo que cada individuo está ordenado dentro de si. Que la voluntad manda y las pasiones obedecen.

Puede darse el caso de que haya concordia entre los cubanos, sin que los individuos estén ordenados interiormente y en el mundo de cada cual sean las pasiones las que manden y la razón quede prisionera y los instintos hagan de las suyas.

La Paz social es necesaria en una nación. Pero no hay paz social si no hay primero dentro de cada hombre esa paz personal, íntima, dentro de si.

La paz dentro del hombre es efecto de la ordenación del amor. Amor ordenado. Paz en el alma. La Paz Social es el fruto de este orden interno.

Todo orden debe obedecer una ley. La ley del orden interno es el amor a Dios y el amor al hombre, al semejante. No se puede amar al prójimo sin tener un amor de Dios. Porque la razón última de nuestro amor al prójimo es el respecto de la imagen de Dios en cada uno de nuestros hermanos. Cuando no se ama a Dios, y no se le ama si no se le conoce, el hombre se ama a si mismo y todo lo quiere para si. El amor a sí, llevado al extremo es el egoísmo. Todo para mi, placeres para mi, honores para mi, bienestar para mi. Sin Dios yo soy el objeto único de mi amor. Y cuando digo que amo, eso no es más que la expresión para significar que aquel otro objeto fuera de mi me produce bienestar, placer, alegría. Amo, pero en eso que amo me estoy amando a mi mismo.

El amor es lo que da unidad a la sociedad. Todo ser que quiera seguir existiendo tiene que tener unidas sus partes. Arráncale las patas a una mesa y ya no tienes una mesa. Para hacer desaparecer un átomo, se bombardea y se desintegra. Hay que usar la violencia. Y deja de ser ya átomo.

La vida social solo existe cuando hay unión. La nación existe cuando sus miembros viven unidos entre si. De lo contrario hay multitud, pluralidad, agrupaciones humanas. Esta unidad social no es un hecho que el hombre encuentra. El tiene que realizar esta unidad. Esta unidad está fundamentada en la paz. Una concordia no basta. Puede darse el caso de que muchos hombres se sientan unidos, que defiendan causas comunes. Hay “Masa”, no hay comunidad, no hay Patria. Los hombres que forman la “Masa” tienen muy disminuida su responsabilidad. La “Masa” sigue una consigna dada, se contagia colectivamente, reacciona al unísono. Y aún la “Masa” necesita de unión para tener fuerza. Necesita de una voluntad que arrastre, domine. Pero eso no es Nación. Una Nación nunca es arrastrada, llevada, impulsada. Porque la Nación está formada por seres inteligentes dotados de voluntad libre. Y solo hay Nación verdadera cuando los hombres quieren vivir en unión, con concordia, pero sobre todo con Paz.

La diversidad de opiniones y divergencias entre los hombres no rompe esta unidad esencial de la nación. Es imposible una perfecta uniformidad. Basta que en aquellas cosas que verdaderamente importan tengan un mismo sentir y un mismo ideal. No importa que en cosas pequeñas, accidentales, discrepen. En Cuba hay que ponerse de acuerdo en lo que se relacione con la solución que se busca a los problemas difíciles que deciden el destino actual de Cuba. Cuando hay sincera “buena voluntad” en los hombres, paz y orden interior y la vista fija en el bien común, la diversidad de opiniones no pone en peligro la unidad de la nación.

La lucha y la defensa cuando están fundadas en la justicia y en la moral fomenta la concordia y sirve para la unión. En la vida social no puede faltar la lucha y la defensa. Son medidas pasajeras, necesarias, que deben tender a restablecer la comprensión, el mutuo a cuerdo, la unidad perdida. Nunca fomentar la división. Cuando una revolución lleva a la división y cultiva gérmenes de desunión, desintegra la nación. En todo proceso de formación social, bien sea en la familia, en la comunidad, en la nación, en la clase obrera o empresarial, si se merma la unidad, sufre detrimento en proporción a como se haya viciado esa unidad. Si los fines se contradicen mutuamente, si los ciudadanos se hacen hostiles, o lo que es peor, indiferentes unos a otros, la vida de la sociedad se debilita, su acción languidece, su rendimiento es nulo.

Unidad no es lo mismo que uniformidad y monotonía. La diversidad debe estar ordenada. Hay orden en la diversidad cuando los hombres, cosas y sucesos están en relación justa entre sí. La unidad y el orden son razonables y asequibles si se buscan en medio de la variedad natural. Una unidad y orden social basados en la perfecta nivelación e igualdad total en todo, es lo más opuesto a la misma naturaleza. Querer igualarlo todo es desintegrarlo todo. Ordenar la vida social armonizando esa natural desigualdad que hay entre el talento, fuerza física, carácter, calidad moral, habilidad tan variada entre los hombres es lo que mas contribuye a la unidad de la nación. Y aunque parezca paradójico la unidad en la diversidad tiene que estar fundamentada en el principio absoluto de la igualdad fundamental de los hombres: todos somos seres inteligentes, dotados de voluntad libre. Esto es ser imagen de Dios. En esto está fundamentado la igualdad de Derechos Inalienables del hombre. Todos iguales ante Dios, ante la Ley, pero cada uno es diferente, con su cara, su carácter, sus fuerzas, su inteligencia. Diferencias accidentales que hay que armonizar con la igualdad esencial. Pero para armonizar y ordenar y dar unidad a todos los hombres de un país para formar una nación no es necesario llegar a la “igualdad total”. Basta la concordia, la Paz. Lograr una diversidad ordenada, justamente ordenada. Disminuir las diferencias debidas a las injusticias sociales, dar a todos igualdad de oportunidades, defender sus Derechos Inalienables. En esto debe consistir el fundamento de nuestra Unidad Nacional. Pero para esto que cada hombre busque dentro de sí la Paz en el Orden.”

Página 24-B del diario La Marina, Septiembre de 1959.
Enlace.
http://ufdc.ufl.edu/UF00001565/00224/48x?vo=

Pedro Estopiñán's photo.
Pedro Estopiñán's photo.

Relatos para reflexionar

El Sabio Indio.

Cuentan que un pequeño indio tras haberse incomodado con un amigo que le había robado alguna de sus pertenencias fue a su abuelo que gozaba de buena reputación como sabio y le dijo que sentía tanta rabia por su amigo que tuvo ganas de pegarle, pero a la vez internamente se preguntaba si debía perdonarlo. El muchacho le pidió al anciano que le explicara por qué experimentamos el conflicto interno entre esa parte de nosotros que  desea perdonar y la otra que quiere vengarse. Tras unos segundos de meditación, el abuelo respondió:

_ Dentro de nuestra mente tenemos dos lobos. Uno de ellos es compasivo, perdonador y amoroso, mientras que el otro es  el que no perdona, es agresivo, amargado, violento y vengativo.

Inquisitivamente, el jóven quiso saber cuál de los dos lobos es el que debería ganar. El sabio mirándolo fijamente le contestó:

_ Depende de cuál de los dos alimentes.

 

El Juicio de Salomón

El Juicio de Salomón

El Juicio de Salomón

Esta historia se narra en 1 Reyes 3:16-28. Dos mujeres que habían tenido un hijo vinieron al rey Salomón para que decidiera en un juicio. Una de las mujeres afirmaba que la otra, mientras dormía había asfixiado accidentalmente a su propio hijo. Como las dos vivían solas en la misma casa, una de ellas era acusada de haber intercambiado los dos niños para que pareciera que el niño vivo era de ella. Esta negaba haber realizado semejante cambio. Ambas discutían y reclamaban ser la madre del hijo vivo alegando que el que había muerto pertenecía a la otra.

Después de algunas deliberaciones, Salomón pidió que le fuese traída una espada ante él. El rey hizo la declaración de que sólo había una solución justa: el hijo vivo debía ser dividido en dos para que cada mujer recibiera una mitad del niño. Al escuchar ese terrible veredicto, la verdadera madre del niño exclamó: “¡Oh Señor, entréguele el bebé a ella, no lo mate!” La otra mujer amargada y envidiosa exclamó: “Ni para mí ni para ti, que lo divida!”

Entonces el rey pudo hacer su veredicto declarando que se le entregase el niño a la verdadera madre que pidió que se le conservara la vida al niño y le dio el bebé. El juicio del rey Salomón llegó a ser conocido en todo de Israel y fué y ha sido considerado un ejemplo de profunda sabiduría.

 

 

El sabio juez

Un sabio rey quería escoger el mejor juez para su reino. Necesitaba que el escogido fuese el que más sabiduría tuviese para ejercer su puesto eficientemente, por lo que decidió poner a prueba a todos los nominados. Después de varias pruebas, quedaron tres finalistas. La última prueba consistía en describir lo que observaban. Para ello fueron conducidos al patio real. El primero describió con palabras que observaba un patio con árboles y una fuente en el medio del patio. El primero fue eliminado.

El segundo declaró que había una fuente en el medio del patio rodeada con arboles frutales y plantas con flores. La fuente estaba echando agua y en el medio de la fuente había una naranja. El segundo también fue eliminado.

El tercero se tomó unos minutos para observar detenidamente. Luego dijo que en el patio habían muchas plantas de flores y árboles con frutas. También había una fuente que echaba abundante agua limpia. El hombre siguió observando y se dirigió a la fuente. Se inclinó hacia ella y agarró la fruta que allí había diciendo que además en la fuente había tirada lo que aparentaba ser una naranja, pero que en realidad era la mitad de una naranja. Este fue el hombre que el rey necesitaba para juez. Aquel que no solo usó su poder de observación, sino que además se dirigió al lugar del hecho y palpó lo que estaba observando comprobando así que las apariencias engañan; resultó ser el más sabio.