Una Historia Real – El Secreto del Abuelo

Historia Real

Historia Real – El Secreto del Abuelo

Ese día me dirigí a una farmacia de un pequeño centro comercial donde estacioné mi automóvil. Al salir, miré como siempre,  hacia atrás y no vi a nadie. Ya estaba efectuando los cambios con la palanca de retroceso, cuando por el espejo retrovisor veo un anciano que está parado al lado de un automóvil  estacionado en la misma posición que el mío, solo que unos metros más atrás quedando la calle por el medio, entre un estacionamiento y otro. Frenè en seco. Aunque no pude ver el rostro del hombre completamente, su parecido con mi padre era casi idéntico incluso hasta en el vestir. Mi papà solía usar con frecuencia un pantalón color beige, un pullover blanco y además su inseparable boina de lana en el invierno, iguales a las ropas de aquel hombre.  Pensé que era una ilusión óptica. No obstante, para salir de dudas, puse el auto en “Estacionado” para observar mejor y así daba tiempo a que  la otra persona que estaba dentro de aquel auto, saliera, se alejara con el viejito y después me iría yo. Así no habría nadie atrás.

Tantos recuerdos me vinieron a la mente en un segundo. Hacía poco tiempo que mi padre había muerto de repente y me costaba trabajo adaptarme a su inesperada separación. Sabía que si él viviera, me habría acompañado a la compra de medicinas, como tantas veces lo había hecho. Me enseñó a conducir; no le gustaba que me entretuviera en el trafico y siempre me alertaba si me descuidaba al aparcar. “El abuelo,” como lo llamaba mi hijo, era sumamente cuidadoso. Sin embargo permitía que su nieto cuando pequeño  se subiera a su automóvil y  encima de su regazo con el auto apagado, el niño moviera el timón y riera divertido. Ambos disfrutaban de aquellos  momentos. 

Cuando miré de nuevo,  ya el señor no se encontraba allí  ni tampoco estaba por los alrededores. Desde mi auto apagado me incorporé en el asiento y busqué a ambos lados de la calle sin resultado. Supuse que quizás habría entrado a su automóvil de nuevo. Cuál no fue mi sorpresa al ver salir a una niña pequeña de atrás de mi auto, que había estado agachada justamente debajo de él  y yo no la veía. Me quedé helada, si no fuera porque ví a su abuelito, hubiera dado marcha atrás y atropellado a la nieta. Gracias a Dios que me percaté de él y eso me aguantó. Pensé que por eso él se había bajado de su auto, para asegurarse de que el mio no diera marcha atrás. En eso veo que una mujer sentada en el asiento de conducir, se reclinó y abrió la puerta de atrás para que la muchachita entrara. Ellas se iban. Entonces me fijé que dentro del auto no había nadie más, en ninguno de los asientos, ni de adelante, ni de atrás. Solo viajaban la niñita y la que parecía su madre. ¿Donde estaba el hombre que vi parado al lado de aquel automóvil hacía unos segundos y que no estaba por ningùn lugar? ¿Fué su presencia producto de mi imaginación? Tenía que asegurarme que aquella persona era real. Enseguida traté de encontrarlo, puse el auto en marcha y dí un rodeo por todo el parqueo. Era imposible que hubiera llegado a alguna de las tiendas de aquel pequeño centro comercial y tampoco había otra manera de salir de allí, sobre todo porque el coche del cual aparentemente “el había salido” estaba estacionado frente a una cerca.  Tampoco el auto había llegado en el momento en que yo me disponía a salir, sino que se iba también. La madre de la niña había estado esperando a que la pequeña agarrara algo que se le había caído detrás de mi auto y que demoraba en obtener. Descubrí que solamente habían llegado ellas dos y ya se regresaban. No había rastros de aquel  hombre. ¿Habría sido mi mente? Sin embargo, si hubieran sido ideas mías… ¿como se explica el hecho de  haber tenido una visión de algo que realmente no existe, pero a su vez fue lo que hizo que yo detuviera mi auto en el momento preciso en que estaba en riesgo la vida de una niña? No lo podía creer. Aquello, era realmente un milagro. Yo lo creí así. Me di cuenta de que el “abuelo” que se apareció me revelaba un hermoso secreto:  “Para alertarme del peligro, Dios me ha enviado un angel.” Ya mi papá no cuidaría de mi, lo haría mi Padre Celestial.

(Relato basado en una historia real)

Comments

  1. Aymee Fuentes says

    Que precioso.!!!!…te confieso que desde que comence a leer este articulo no se porque me imagine que contarias algo parecido a lo que lei…..coincidencia??? o simplemente conexion…..Un beso..

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